jueves, 17 de mayo de 2012

Un Millón de Suicidios al Año


La OMS alerta de un grave problema sanitario con 1 millón de suicidas en el mundo. Cada hora, ciento veinticinco personas ponen fin a su vida, más de dos personas por minuto. Hablamos de suicidios verificados, no de los camuflados como “accidentes”, previa ingestión de drogas, de alcohol o de broncas emocionales insoportables que conducen a pisar el acelerador sin freno.

Está entre las tres primeras causas mundiales de muerte en personas de entre 15 y 44 años, pero el sector que presenta mayor riesgo es el de los adolescentes. Entre poblaciones rurales, son las personas de edad que ya no se sienten útiles, ni necesitadas, ni queridas.

También existen “suicidios” enmascarados en el abandono de tratamientos médicos, para “hacer pagar culpas a la familia”.

Muchos ancianos que viven solos en las ciudades grandes y que aparecen muertos, no se han pegado un tiro, ni se han tirado por la ventana ni ingerido venenos. Se han dejado morir abandonándose en la comida y en la higiene, debilitándose, perdiendo fuerzas, y hasta intuyendo un descanso y una liberación en dejar de llevar un vivir sin sentido; para ellos, luego, para el universo entero.

¿Se sabe cuántos soldados se han dejado morir por no poder soportar la tensión de una confrontación absurda? ¿Hay suicidio más eficaz que dejarse matar por el “enemigo”, y sin “deshonor” ante la familia pues te los rinden militares? ¿Acaso en la guerra de Vietnam, las drogas no se distribuían desde la propia intendencia?

Para el año 2020, la OMS prevé que el número de muertes por suicidio en el mundo superará el millón y medio. Por ello urge tratarla como corresponde. Con una aproximación psicológicamente cálida, acogedora, tranquilizadora. Con el arsenal terapéutico, realmente efectivo, del que disponemos y con tiempo, paciencia, con ese sumergirse en el drama del enfermo.

Los suicidios en España duplican a los muertos en accidentes de tráfico y es la primera causa de muerte violenta.

Recordemos que ‘asistir’ (assistere) es, “estar al lado del otro”.

Los profesionales que trabajan en la prevención de los suicidios, insisten en que se trata de muertes evitables que, en algunos países, alcanzan 10,4 por cada cien mil habitantes y, entre los adolescentes, el riesgo es del 30% por la misma proporción.

Sabemos que el suicidio se ha convertido en un tabú tan fuerte como el incesto o, hasta hace poco, las denominadas “desviaciones” sexuales. Como fue tabú durante siglos tratar de la pedofilia, pederastia o, como ahora denomina el Vaticano para las experiencias de sus clérigos, “efebofilia”, atracción por jóvenes de 11 a 17 años.

En algunos Libros de estilo de medios de comunicación se reglamenta la publicación de estas noticias, “porque pueden provocar estímulo de imitación”.

La OMS pide mejorar la educación en el tema, reducir la estigmatización y aumentar la conciencia de que el suicidio es prevenible. Todavía, en muchas legislaciones, el intento de suicidio se castiga como delito. Y a un enfermo no se le lleva al paredón, se le cura y después se le fusila. La Iglesia católica y otras religiones, castigaban al suicida con la prohibición de ser enterrado en “tierra sagrada”. Con el progreso en la conciencia de una mayor libertad y responsabilidad, se han avenido con el subterfugio de que “no sabían lo que hacían”, “locura transitoria”, “fuera de sí, “enajenados”.

No hay más que ver las dificultades que tiene un enfermo terminal para tener una muerte digna, mediante suicidio asistido, o mediante eutanasia positiva, por compasión y por justicia. ¿Tanto cuesta reconocer el derecho a disponer de la propia vida? ¿Alguien nos ha pedido permiso para nacer? Algunos expertos piden más planes de prevención para intentar reducir el número de muertes y más información, algo que demandan también muchos familiares.

¿Pueden imponerse ideologías que parten de falsas premisas y de un fanatismo que condena a vivir, como durante siglos bendijeron las condenas a morir?

Partiendo del reconocimiento de este derecho inalienable, es necesario prevenir las decisiones fatales que podrían evitarse mediante atención médica y psicológica, comprensión y tratamiento, información adecuada y medios eficaces para enfermos depresivos, alcoholismo, drogadicción y esquizofrenia. Adolescentes que no asumen su cambiante realidad, o de ancianos sin medios para vivir con la dignidad que la sociedad les debe siempre ya que “las cosas no son de su dueño sino del que las necesita”. Y aunque la vida no tuviera sentido tiene que tener sentido vivir, pero con dignidad y sin padecimientos insoportables. No vamos de la vida hacia la muerte, sino hacia la felicidad de saberse uno mismo, libre y responsable.

El suicidio es una de las principales causas de muerte violenta en el mundo. Una realidad prevenible a través del apoyo y la educación.

Fuente de Información: Red Argentina de Suicidología

martes, 15 de mayo de 2012

"Por oír hablar de Suicidio nadie se quita la Vida"


Carmen Tejedor psiquiatra del hospital Sant Pau de Barcelona defiende que hay que dar visibilidad a este problema para poder erradicarlo

Directora durante varios años del programa de prevención del suicidio de l’Eixample, esta facultativa, que ha dedicado más de 20 años al estudio del fenómeno del suicidio, sostiene que la mejor fórmula para combatirlo es no escondiéndolo ni tratándolo como un tema tabú. "En esta sociedad nos parece que si no se habla de un problema no existe", denuncia. Un total de 3.145 personas se quitaron la vida en España en 2010, lo que supone la primera causa externa de defunción.

"El suicidio se evita hablando de él", le he escuchado decir. Entonces, ¿por qué continúa siendo un tema tabú para muchos?Ahora se habla mucho más que hace un tiempo. Es verdad que en los países mediterráneos el suicidio no es tan frecuente como, por ejemplo, más allá de los Pirineos, en Francia sin ir más lejos. El tabú tiene su origen en el hecho de que se cree que el suicidio es una decisión libre. Entonces, con ese concepto romántico de la libertad del suicidio, si hay libertad hay culpables. La sociedad acusa o responsabiliza de la muerte por suicidio a los que están alrededor de la persona que se mata, y eso es un motivo para ocultarlo. 

Por mucho que se evite, es un problema que está encima de la mesa. Las cifras así lo indican: diez personas se quitan la vida a diario en España…Así es. Es la primera causa de muerte entre los 15 y los 35 años. Pero más que el suicidio consumado, el problema también está en los intentos de suicidio, las personas que ponen en juego su vida para cambiar su realidad, para que se les ayude. Por cada suicidio consumado hay treinta intentos de suicidio, es una verdadera epidemia. Y el mayor problema es que repiten. 

¿Qué posibilidad hay de que una persona que ya lo ha intentado vuelva a repetirlo?En los años 70 repetía el 10%. Ahora es el 50%, sobre todo entre las mujeres jóvenes. Esto se debe a que desde que tenemos psicofármacos hemos puesto en manos de la población unos venenos suaves. Y en el lenguaje de la gente joven, sobre todo, está el “me empastillo y ya está”, que parece que está muy integrado en su cultura. El problema radica en que la toxicología de estos fármacos no la conocen muy bien y pueden salir malparados.

La OMS, la ONU y la UE señalan el suicidio como un problema de salud pública. ¿Estamos preparados para hacerle frente?En otros países de nuestro entorno hay programas de prevención, centros de referencia y asociaciones de ayuda a las personas que sobreviven a un suicidio, a familiares o a los que están en riesgo… En este país no hay nada todavía, es de una precariedad que llama la atención. Se trata dentro de la red general de salud mental.

Y es insuficiente…No pienso que tenga que haber centros especializados. Sólo con organizar la miseria y hacer unos programas dirigidos a detectar a la población en riesgo se podrían prever muchos suicidios.

Si me tuviera que hacer el retrato robot de un suicida sería…En todo el mundo el retrato es igual: varones, mayores de 65 años, que viven solos, que tienen una enfermedad médica crónica y un trastorno depresivo y, además, sufren aislamiento social. En los jóvenes sería un chaval que tiene un diagnóstico de enfermedad mental o consumo de drogas y que tiene una desadaptación social, un desarraigo, con fracaso escolar, que está en paro, con una familia desestructurada… una desgracia. El pensar o el haber hecho el intento de suicidarse y los acontecimientos estresantes de la vida, sobre todo la ruptura de la relación amorosa, son también factores de riesgo.

Supongo que debe ser difícil predecir si alguien tiene intención de quitarse la vida, ¿pero es posible intuirlo?Sí, se puede detectar dentro de un plazo razonable. A veces sabes que una persona intentará quitarse la vida, pero no sabes el momento en el que lo intentará. Y claro, tampoco la puedes tener ingresada en un psiquiátrico atada a la cama para que no se mate.

¿Y es cierto que ellos tienen más tendencia que ellas a la hora de intentarlo?Sí, hay tres o cuatro varones por cada mujer. Es curioso, porque las mujeres tenemos más trastornos depresivos y hacemos más intentos de suicidio que los hombres. En cambio, el hombre tiene una mayor impulsividad y agresividad y cuando lo intenta utiliza métodos más radicales. 

¿Nos falta información sobre esta problemática?Cuanto mejor conoces los síntomas que te pueden llevar al suicidio, en ti o en los de alrededor (que no es nada de lo que dice la literatura o el romanticismo) más fácil es que encuentres ayuda. Nosotros, en el programa de l’Eixample, llevamos a cabo en su día un proyecto, conjuntamente con el centro de Salud Mental de la Dreta de l’Eixample, a través del cual intentamos informar a la población. Hicimos, un programa comunitario en el que intervenían todos los agentes sociales, había unos centros de referencia… Y el programa todavía continúa, lo llevan otras personas, pero sin el aspecto comunitario. Se hace la asistencia clásica a pacientes mentales. 

La prevención y la comunicación, entonces, se han mostrado efectivas…En el programa de l’Eixample, en un año hicimos un seguimiento de 2.000 tentativas de suicidio que teníamos en el hospital [Sant Pau]. Unas 300 eran de l’Eixample y el resto del Guinardó, de Gràcia, de la Berneda… Pues bien, en l’Eixample, donde estaba este programa comunitario y esta organización asistencial, solamente repetía un 10%. En cambio, donde no había este programa, los que repetían eran un poco más del 30%. Es decir, habíamos conseguido reducir a una tercera parte, o menos, la repetición de intentos de suicidio, lo que es un gran avance. Cuanto más tiempo pasa sin que una persona vuelva a intentarlo, menos probable es que lo haga. El mayor riesgo a la hora de repetir está en los primeros meses.

Detrás del suicidio, ¿hay, por norma general, alguna patología mental asociada?El diagnóstico más frecuente es el trastorno depresivo. No sé si alguien puede llegarse a suicidar sin tener, aunque sea, un síndrome depresivo durante tres minutos. Cuando hablo de trastorno depresivo me refiero a no sentir la vida, a no encontrar satisfacción en nada y pensar que estás mejor muerto que vivo. Luego estarían los trastornos psicóticos y los abusos de sustancias. 

Cuando uno de sus pacientes no responde al tratamiento y decide acabar de manera trágica sus días, ¿qué sensación le queda a usted? ¿Impotencia? ¿Fracaso? No es lo mismo que se te muera un enfermo que se te suicide. Ahora en breve publicaremos un trabajo sobre 94 suicidas. Ir a 94 funerales tiene miga. La reacción que tienes es como si fuera mucho más impactante a nivel personal. Si se muere de un paro cardíaco o un cáncer es muy triste, pero… 

¿Y qué pasa con los familiares?Les ocurre lo mismo. Ahora tengo entre manos un proyecto basado en hacer una asociación de familiares que sobreviven al suicidio. Son personas que se quedan muy afectadas, y además de por vida. Es un duelo muy difícil de realizar, no hay ningún tipo de asociación que les ayude… Todo el mundo diciendo “se le ha matado el hijo, se le ha matado el padre, que habrá en esa familia”. Hay que afrontar todo esto. “¿Por qué lo hizo?”, “¿Qué más podía haber hecho por él?” 

Seguramente no lo vieron venir…Hay una cosa que se llama autopsia psicológica, que se trata de preguntar a las personas que han estado alrededor del suicida en los últimos meses. Más o menos un 27% de los familiares veía muy probable que lo iban a intentar, lo que no se sabía era el preciso instante en que lo harían. Un 33% pensaba que era posible, pero no a corto plazo, mientras que un 40% no lo preveía. En el caso de los psiquiatras, un 35% lo veía también como algo poco previsible. Si el suicidio es completamente imprevisto, a parte del duelo aparece la confusión. “¿Qué se me ha escapado?”… Es una muerte muy complicada. 

Algunas personas piensan que el suicidio es un acto premeditado, pero usted defiende que no es una decisión libre…Es como si el impulso suicida durara unas horas. Es un tiempo. Es como si una mujer viene de la peluquería, se arregla para ir a una fiesta y acaba tirándose por la ventana. En estudios que hemos efectuado, hemos concluido que desde que el suicida lo piensa hasta que pasa a la acción no ha llegado a la media hora en el 70% de los casos. Es impulsivo. Eso de que uno lo piensa, y está escribiendo notas, es muy literario, muy poco frecuente.

¿Quien tiene pensamientos autodestructivos acostumbra a buscar ayuda?Sí. Lo que pasa es que lo pide de una manera un poco oscura, sin hablar claro. Y si lo pide, los que estamos alrededor tendemos a negar la posibilidad del suicidio, porque creemos que para suicidarse hay que estar poco menos que en un estado de gran tragedia. Pero claro, cada uno tiene su nivel de tolerancia.

Hay quien tilda el fenómeno de acción cobarde, mientras otros lo tachan de valiente…Pero eso es no entender nada. Es como preguntarse: “¿vivir es de valientes o de cobardes?” No es esa la pregunta. Son gente profundamente desgraciada que no tiene otra salida que acabar con todo, y es que no sienten la vida. Están muy trastornados, muy alterados, están enfermos.

¿La crisis ha hecho aumentar el número de suicidios?No, por ahora no. Ni aquí ni en ninguna parte. La tasa de suicidios en todos los países es muy estable. Eso sí, también hay que tener en cuenta que se calcula que el 30% de los suicidios no se reconocen, aspecto que se trata mucho en los congresos. En este país hay lugares en donde no se suicida nadie, pero es porque no lo recogen. En cambio hay otros, como puede ser Lugo u Orense, que tienen una tasa altísima. ¿Por qué? Porque son poblaciones pequeñas en las que no puedes ocultar que alguien se ha quitado la vida. También está la problemática de la justicia, que tiene que ser el juez el que determine que es suicidio. Y ya sabemos cómo va la justicia de rápida…

Si hablamos abierta y públicamente del suicidio, ¿existe riesgo de contagio?Sí que existe ese riesgo, pero los que se contagian ya están enfermos. Por oír hablar de suicidio nadie se quita la vida. Los beneficios de hablar sobre el suicidio son mucho mayores que los riesgos. Esa misma discusión existe en relación a la violencia de género. El hablar de ello que hace, ¿que crezcan los maltratadotes y maten más? ¿O es la manera de que ayudemos a las mujeres maltratadas? Las ventajas son muy superiores al riesgo. 

¿Algunos de los que lo han intentado y han sobrevivido, después se han arrepentido?Sí, casi siempre. Hay un documental muy interesante que se llama ‘The Bridge’, que ha sido muy cuestionado en el festival de cine de Ámsterdam, que filma los suicidios en el puente de San Francisco [EE.UU.]. El autor grababa a toda la gente que se tiraba del puente, una persona cada diez o quince días, y lo hizo durante un año. En el documental habla con un solo superviviente, sobreviven muy pocos. Este chico, que lo tienen ahora como agente antisuicida, lo dice. Pero a mí también me lo han explicado. Me acuerdo de un hombre que tenía las manos desolladas que nada más tirarse se agarró a una de esas fachadas de l’Eixample que tienen esos salientes decorados. Cuando consigues que hablen, ellos mismos se horrorizan. “¿Pero cómo pude llegar a eso?¿Qué tenemos dentro que nos conduce a eso?”.

Si yo me tropiezo con alguien que pretende quitarse la vida tendría que…Hacer cuatro cosas. Primero: no negarlo. El que habla de suicidio es el que lo hace. Segundo: preguntarle qué planes tiene: si es algo inmediato, qué método utilizará… Tercero: pedirle que aplace la decisión, no llevarle la contraria, “siempre te puedes suicidar mañana”, que es lo que siempre les digo. Y en cuarto lugar, no dejarlo solo y buscarle una entrevista con alguien de salud mental, o llevarle a un servicio de urgencias de un hospital.

¿Y si me encuentro a alguien que está a punto de llevarlo a cabo?Yo haría lo que explican los bomberos. O sea, no llevarle la contraria, ganar tiempo, llamarle por su nombre, porque eso le orienta (¿quién es? ¿De donde es? Si quiere un cigarrillo), y mientras tanto, dar tiempo por otro lado a que actúen los bomberos y puedan cogerlo. Es lo que le decía, pedirle a la persona que aplace la decisión.

¿Qué países son los que sufren más este problema?Tradicionalmente, desde que se tienen datos en las parroquias, son Hungría, Austria y los Países Bálticos (Lituania, Letonia y Estonia). Pero no hay ninguna explicación. El clima no lo es. Luego estarían los países nórdicos y los anglosajones. Sin embargo, una de las cosas que me maravillan es que en nuestro caso no llega al 8 por 100.000 los habitantes que se suicidan, pero en Perpinyà están en el 19 por 100.000. Aquí falla algo. Supongo que tiene que ver con los registros. Yo recuerdo que los suicidólogos franceses ponían mucho empeño en que se recogieran todos. Sea como sea, lo que está claro es que, por causas externas, el suicidio es la primera en el ranking.


Bullying: La ley del más Fuerte


Le tocaron el hombro. Le pasaron un papel. "Morite", decía. Era su segundo día de clases en uno de los colegios más caros y más bilingües de Belgrano. Acababa de llegar de Brasil y todavía estaba mareado por la mudanza, el cambio de idioma, de paisaje, de todo. Por eso, al principio creyó que se trataba de una "cargada" de bienvenida. Después, todo quedó más claro. "Las chicas, sobre todo, lo volvieron loco", dice Julio, su padrino. "Como mi ahijado usa anteojos, le decían "nerd" y se la pasaban mandándole mensajes superagresivos. El es un chico muy tranquilo, muy lector, pero lo tomaron de punto. Nunca entendió por qué", dice. Y tal vez haya dado, sin siquiera sospecharlo, en el corazón oscuro del acoso escolar: nunca hay un porqué. Cualquier excusa sirve: ser gordo o flaco, nuevo o compañero de años, muda, conversadora, bajo o alto. Rubia o pelirrojo. ¿Qué es entonces lo que sí se repite? La asimetría de poder entre víctima y victimario. El silencio. Y -condición necesaria en todo episodio de maltrato escolar- adultos que se fugan de su lugar de adultos. Maestros, profesores y padres que miran para otro lado. Sólo así puede explicarse por qué el acoso escolar es definido por muchos especialistas como una "epidemia silenciosa". Ese fue, de hecho, el título de una nota publicada por este mismo diario seis años atrás. Desde entonces, la escalada de maltrato no ha dejado de crecer y así lo confirman los especialistas y las entidades dedicados al tema.

Bullying Cero Argentina es uno de esos grupos. Ofrece capacitaciones en colegios y charlas abiertas a la comunidad. Su coordinadora, la pediatra Flavia Sinigagliesi, precisa que "si bien el bullying ha existido siempre, ahora la sociedad es mucho más violenta y eso termina repercutiendo en los niños". ¿De qué manera? Todo depende. Hay nenas a las que el "destierro social" al que las someten sus compañeritas de curso no las afecta, a otras, en cambio, las arrasa emocionalmente. Ese es el punto: que nunca se sabe en qué puede terminar el acoso. Según Sinigagliesi, "todo depente de la vulnerabilidad de cada chico y de su capacidad de volver al estado inicial luego de una experiencia traumática".

Para el psicoanalista y especialista en psiquiatría Juan Vasen, por cuyo consultorio desfilan maltratadores y maltratados, la experiencia del acoso es "siempre muy dolorosa. Pensemos que en el proceso de socialización de los chicos, en un momento los pares toman en parte el lugar que antes ocupaban los padres. Pasan a ser figuras muy importantes, y si ese traslado implica una relación despótica, el dolor es tremendo. El rechazo es vivido con la misma intensidad con la que se viviría un rechazo de parte de los padres. La sensación de fracaso es total", alerta.

En los pasillos. En el patio. En los baños. En los juegos. Antes de entrar al colegio o a la salida. Allí donde los adultos no están (o están pero no miran, que es la otra manera de no estar), el bullying nace, crece y florece en carámbanos negros. En moretones como los que le crecían a Paula -morocha, pelo largo, flaquita- cada día que pasaba en lo que ella misma llama su "otra escuela", esa que no tuvo más remedio que dejar hace dos años. Cada veinticuatro horas, una nueva sesión secreta de pellizcos y patadas a cargo de sus encantadoras compañeras de clase la dejaba ronca de bronca y dolor. Terminó cambiándose de escuela, como la mayoría de los protagonistas de las historias recogidas para esta nota.

"El bullying te mata, te suicida o te saca del colegio", resumió con impotencia el padre de una de las víctimas, que pidió reserva de identidad. Belgrano, Flores, Recoleta, Burzaco, Temperley, Aldo Bonzi, Ezeiza. Distintos colegios, edades, barrios y familias enfrentando un mismo problema sobre el que, para variar, las estadísticas locales son casi una quimera. De todos modos, lo poco que se sabe es de lo más tranquilizador. Según el informe ¿Qué dicen los chicos? Datos cuantitativos sobre la violencia en las escuelas , un estudio realizado por el Ministerio de Educación sobre 70.000 alumnos de colegios secundarios privados y estatales, el 8% de los chicos sufrió exclusión, al 12% lo insultaron, a otro 12% le hicieron burlas, al 14% le gritaron y al 32% le rompieron los útiles. Pero como todos esos hechos son considerados "incivilidades" y no "violencia", se concluye que "a partir de los datos obtenidos es posible refutar la creencia de la escuela como un lugar inseguro".

Otro, y muy diverso, es el panorama en el exterior. Sólo en EE.UU., las víctimas de acoso escolar trepan a trece millones, se estima que cerca de 160.000 chicos faltan diariamente a clase por temor a ser molestados y casi la mitad de los estudiantes teme ser "buleado" en el baño. Aun así, la mitad de las situaciones de acoso no se denuncia.

También la Universidad de Yale publicó un trabajo en el que se señala que un niño víctima de acoso escolar multiplica casi por diez sus chances de tener ideas suicidas. Otro mapeo realizado hace dos años en Finlandia asegura que "ser acosado o acosador a los ocho años es un factor de riesgo de trastorno psiquiátrico en la edad adulta" y que "la tasa de suicidio femenino se reduciría en un 10% si se eliminara la victimización escolar de las niñas". Estas son, según se comprobó, quienes tienen más chances de matarse antes de los 25 años cuando han sido acosadas por sus compañeros en la escuela. Y, sin embargo...

El Gran Bonete

Silencio, escuela. Silencio porque "acá estas cosas no pasan. Son peleas de chicos". La sola mención de la palabra "bullying" ("toreo", adoptada en 1993 por Dan Olweus, un investigador noruego, para aludir al maltrato sistemático y continuado entre pares) tiene la extraña capacidad de erizar la piel del cuerpo docente. "Es que cuanto menos se sabe de un tema, más miedo se le tiene. Y si los docentes detectan el tema pero no tienen herramientas para intervenir, prefieren no saber. Por eso lo primero que hay que hacer es capacitar a los docentes e implementar políticas institucionales al respecto", destaca Sinigagliesi.

Damián Melcer es sociólogo y vicerrector de un colegio secundario y, si bien coincide en el diagnóstico, tampoco se hace grandes ilusiones. ¿Por qué? "Porque hoy podemos hablar de bancarrota social. Hay vínculos que se han quebrado para siempre y la escuela no hace más que reflejar ese estado de cosas. Hoy, la clase de vínculo entre las personas que exalta la sociedad es la violencia, la sospecha, la competencia?". Vasen señala, al respecto, el papel nunca inocente de los padres.
"En el caso de un chico que es agresivo, esto casi siempre viene fomentado desde la familia. Son chicos criados en contextos en donde se promueven el exitismo, la competencia, todo esto de ser «líder» al precio que sea. Pero ¿cuáles son los atributos de ese liderazgo? ¿El hijo es un líder o es un jodido?", se pregunta. Tal vez por cuestiones como ésas, señala Melcer, "si bien el hostigamiento escolar no es nuevo, hoy se da una agresividad extrema que sí lo es. Hay armas de fuego, suicidios, de todo. Ya no sólo se da una situación violenta, sino que su resolución también lo es".

O no. En un episodio sucedido en la escuela media donde Melcer es vicerrector, un chico había hecho un video burlón sobre otro. Pero las cosas decantaron bien. ¿Por qué? Porque se habló del tema. Y porque hubo adultos escuchando. "El chico vino, se quejó y llamamos al del video. Hablamos y le pedimos al agresor que hiciera otro video, sobre el tema de la violencia escolar. Le mostramos que el recurso se podía usar de otra manera. Cuando el adulto da garantías de que interviene y construye justicia, recupera su lugar como referente. La escuela tiene que aparecer garantizando la justicia que la vida real al damnificado no le da", afirma.

El silencio

No hay maltrato sin testigos. Sin eso que los sajones llaman by standers : los que se paran a un lado y observan la acción. Sin intervenir, pero sabiendo."Lo que pasa es que a veces en los chicos el temor es pasar de testigos a víctimas del bullying, y por eso se callan", apunta la psicoanalista Sara Arbiser, miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA) y especializada en adolescencia. "Que esos chicos se animen a hablar, y que los adultos los escuchen y actúen en consecuencia es lo que hace toda la diferencia", explica. "En Estados Unidos, por ejemplo, vi cómo ante un caso así a los chicos se los reunía y se los ponía a hablar. Aquí rara vez se toma la palabra y por eso estas cosas arrancan en jardín y se las deja crecer de año en año. Al final, la violencia es imparable." Pero ¿cómo no entender el silencio cuando el estigma del "delator" es sacudido por algunos adultos sobre la cabeza del chico que se anima a contar? ¿Cuándo los chicos toman conciencia de que sus voces no cuentan? "El docente suele subestimar lo que dice el nene agredido. Por eso, al final, las víctimas optan por no denunciar. Saben que no van a ser creídos y que nadie intervendrá en su defensa", concluye.

Eso -el silencio asesino- fue algo que Jesús Campo descubrió del peor de los modos. Fue hace exactamente un año, cuando lo llamaron del hospital donde su hija Celeste, de diez años, acababa de ser internada. Con fractura de cráneo. Con tres coágulos en la cabeza y muchos, demasiados golpes en todo el cuerpo. "Un compañerito de la misma edad que siempre la molestaba y que ya había sido expulsado de otros colegios la tiró por la escalera. Celeste cayó cuatro metros. Estuvo diecisiete días internada, le hicieron dos operaciones. Está viva de milagro", dice. El video que Jesús armó como pudo y colgó en YouTube cuenta lo demás. Noemí, la mamá de Celeste, cuenta lo que no está en ningún lado. Por ejemplo, que hoy Celeste, tan coqueta como era, debe ir por la vida "con un casco como el de los skaters, porque todavía el hueso no está bien. Tuvimos que cambiarla de escuela, tiene que ir en remise. Perdió casi el 50% de la visión del ojo derecho. Se cansa, se marea, nunca más volvió a patinar ni a hacer gimnasia. Es otra nena", dice. Silencio.

Los rotos

El video todavía da vueltas por Internet. Lo grabaron con un celular. Muestra un nene flaquito enfrentando a un compañero dolmen que le lleva dos cabezas y veinte kilos de ventaja. David amaga a tirar un par de piñas. Acto seguido, Goliat lo levanta, lo pone cabeza abajo y lo estrella contra el piso. El video no tiene audio ni fin: una y mil veces, la espalda vuelve a dar contra el cemento. Huesos rotos. "Cosas de chicos."

Chicos como Víctor Feletto, otro que también era menudito y prefería estudiar. "En la última prueba de matemática se había sacado diez", cuenta su abuelo José. "Era agradecido, muy responsable". Pero, ay, no le gustaba el fútbol. No al menos como se lo hacían jugar en su escuela de Temperley: rodeado de chicos cuatro años mayores que se divertían empujándolo y pateándolo. Un día, le golpearon un hombro; otro día, le golpearon el que faltaba. Terminó en el hospital Gandulfo, con hematomas y enorme dolor. "El no quería ir más, lo trataban peor que a un esclavo. Era tanta la angustia que tenía? La mamá habló con la directora, pero él se asustó porque ella dijo que si no hacía gimnasia podía perder el año." Perdió otra cosa: el 4 de abril, al volver de otra sesión de insultos y patadas, fue al cuarto de sus abuelos, tomó la pistola de José y apretó el gatillo.

Cosas de chicos. De chicos como cosas.

HUELLAS VISIBLES DEL ACOSO ESCOLAR
  • Negativa a asistir a clase.
  • Golpes y moretones.
  • Tristeza.
  • Pérdida de objetos.
  • Pérdida del dinero que le dieron para el recreo.
  • Decaimiento, pesadillas, ansiedad, nerviosismo.
  • Síndrome del domingo a la tarde.
  • Cefalea, dolores intestinales.

Acoso, maltrato entre pares, matonismo: los casos de violencia escolar entre menores no dejan de crecer en el país, muchas veces en silencio, a espaldas de los adultos, y acompañados de un grado de virulencia que, afirman los especialistas, va también en aumento. Por qué, pese a la falta de estadísticas oficiales, se habla de una epidemia y cuál es el costo psicológico para las víctimas

Fuente: Centro de Investigaciones del Desarrollo Psiconeurológico (CIDEP).

Por Fernanda Sandez  | Para LA NACION


martes, 1 de mayo de 2012

Factores que predisponen el Suicidio en Adolescentes y Adultos


Factores que predisponen en los Adolescentes:

·         Padres divorciados, alcohólicos o depresivos.
·         Depresión, embarazos no deseados, fracaso de noviazgo
·         Intentos previos de suicidio, ideas o fantasías , como un acto heroico.
·         Decepción y culpa ante la imposibilidad de satisfacer expectativas paternas.
·       Contacto con personas, familiares o amigos íntimos que consumaron o intentaron un suicidio. Es alto el grado de contaminación psicológica que deja en especial a estudiantes secundarios.
·         Pérdida de Autoestima por discusión familiar, humillación, fracaso escolar, homosexualidad, inadaptación y rechazos sociales....
·         Abuso de drogas y/o alcohol.
·         Trastorno de conducta, optando por situaciones riesgosas, mayor irritabilidad.
·         Falta de comunicación, escasa relaciones interpersonales, aislamiento.
·         Traslado de domicilio, pérdida de amistades, nuevos estilos de vida no adaptado.
·         Autoconvencido de que ya nada lo ilusiona en la vida (amputación del futuro)
·      Deseo de castigar o manipular seres queridos con una fantasía ("seguro que va a arrepentirse cuando yo muera)
·         Presión de ciertas familias para tener éxito, cargos, ser profesionales, competición por el éxito,...
·         Uno de cada seis suicidas jóvenes deja una carta a los seres queridos.
·         Publicidad de suicidios espectaculares o de personajes populares,  origina una sugestión en jóvenes con un alto grado de identificación, que desembocan en comportamientos suicidas.
·         Accidentes reiterados
·         Pactos suicidas.-

Factores que predisponen al Adulto:

·         Tentativa previa de suicidio, propias o de familiares, de bajo o alto riesgo
·         Historia familiar de suicidio, o en el entorno cercano.
·         Trastorno Psiquiátricos (Depresión, Psicosis, Adicción, T. Bipolar...)
·         Más del 55% de los suicidios son por trastornos del humor .
·         Duelo, más al transformarse en patológico.
·         Desempleo, inestabilidad laboral, quiebre económico
·         Tiempo ocioso por subocupación, con depresión reactiva y sentimiento de inutilidad.
·         Ruptura de vínculos (divorcios, más si es repetitivo, viudez)
·         Secuelas psicológicas por abortos, hechos de corrupción, encarcelamientos, tentativas de robo, estafas,...
·         Alcoholismo(el 15% de ellos se suicidan), abusos de sustancias, infidelidades, separación matrimonial y problemas sexuales que lleva situaciones de extrema angustia
·         Soltería, vivir sólo, varón, mayor de 45 años, pérdida de status social.
·         Depresión, a su inicio o en el post alta inmediato, tratamientos frustrados.
·         Insomnio rebelde, crónico no resuelto

Enfermedades médicas(dolor crónico, cáncer, S.I.D.A., secuelas neurológicas)

·         Avisos previos ( 8 de cada 10 avisan de su intento)
·         Cambios de comportamiento (retraimiento, aislamiento, mala integración)
·         Crisis vitales (desarraigo, climaterio, embarazo, post-parto, sexualidad,...)
·         Características del grupo familiar(desintegrado, rígido, abandónico, nada comunicativo, no comprenden las necesidades del otro, violencia psicofísica)
·         Marginación social y aislamiento elegido o forzado.
·         Amenazas masivas a la dignidad personal
·         Accidentes reiterados
·         Fracaso académico
·         Afección a las armas.-

Fuente de Información: Centro de Asistencia al Suicida - CAS Buenos Aires

Cuando Escuchar Salva Vidas


El trabajo del Centro de Asistencia al Suicida (CAS) se basa en un sistema de servicio telefónico, personalizado y anónimo, que anualmente recibe 11.000 llamadas.

Su voz da vueltas en mi cabeza… es una mujer sin rostro, una que no apresura las palabras, que permite los silencios y escucha. Es madre o amiga, tiene los ojos de alguna persona que quisimos, es un recuerdo difuso de otras voces que piden más tiempo, el nuestro… y que dan el suyo a cambio.

No hay nombres, ni presentaciones, sólo palabras, tal vez algo de llanto e impotencia y una voz que prevalece, que cuenta, que se desahoga de los gritos que no se dieron a tiempo, que pide ayuda.
En la era de las soluciones inmediatas y comunicaciones globalizadas, aún olvidamos cómo escuchar, no sólo a los demás, sino a nosotros mismos.

Cuando el límite está cerca de lo irremediable, aún hay tiempo para saber que alguien espera paciente por nuestra historia, por dar una mano y ayudarnos a comprender que ningún problema vale lo que nuestra vida.

Fundado en Junio de 1967, el Centro de Asistencia al Suicida (CAS Buenos Aires) fue la primera institución argentina en prestar ayuda a personas en situación de crisis con ideas o fantasías suicidas. Su sistema de servicio telefónico anónimo, atendido por operadores voluntarios enfrenta a diario una realidad social que no escapa a ningún género, edad, o status socioeconómico.

Una de sus voluntarias no cuenta cómo es estar del “otro lado”.

Minutos

Mara* me conmueve, habla mucho pero sabe contenerse, desde hace diez años es voluntaria del CAS y conoce historias que no podríamos imaginar y sobre las que guarda silencio, los detalles no son suyos como para repetirlos.

“Cada llamada es una problemática distinta, y la tarea del operador puede ser desde obrar como confidente hasta tener que disuadir a una persona que comenzó el proceso de suicidio, para que acepte ser asistido”, explica.

Tras un test de admisión y un curso de capacitación recibía su primera llamada… “mi primer llamado fue una emergencia, tuve la suerte de que se resolvió bien. Algún tiempo después esa persona llamó para decir que estaba saliendo adelante…para mi fue muy emotivo”, comenta. Cuando pregunto hasta qué punto es posible involucrarse(o no hacerlo) responde: “…¡que tema! Uno siempre se involucra, el punto es poder mantener la objetividad, porque quien llama no nos necesita para lamentarnos con el/ella, sino para intentar ordenar sus ideas”.

¿Qué lleva a una persona a fantasear con la idea del suicidio?

Los motivos son infinitos e inimaginables-explica-. Si bien hay temas específicos relacionados con cada época o crisis que hemos pasado, diría que el común denominador se encuentra en la falta de comunicación que hay entre las personas. O tal vez en esa exigencia de ser exitoso en todo, de no mostrar un lado vulnerable que permita compartir los problemas”. “Es tan común oír que quien llama no tiene a quien recurrir, en quien confiar…”, agrega.

“Según lo escuchado se le puede sugerir la necesidad de hacer una terapia, o bien de continuarla si ya lo hacen, pero siempre derivando a hospitales u organizaciones gratuitas o de mínimo arancel.” explica con respecto al proceder ante cada llamado.

Mucho tiempo ha pasado desde que vio una convocatoria por voluntarios para el CAS y decidió convertirse en una de ellos “¿Es lo que esperabas?”- pregunto- “Es muchísimo más- dice- Aprendes que no sos omnipotente, que hay historias vidas y circunstancias que no imaginabas y que a veces, esos minutos de escucha pueden marcar la diferencia”. “Creces, aprendes (al menos lo intentamos) a no juzgar, a no dar nada por supuesto sin preguntar primero. Siempre te llevas mucho más de lo que das”.
Pero ¿qué hacer desde nuestro lugar? ¿Cómo ser de ayuda en estas situaciones?

“Es repetitivo, pero la clave esta en escuchar; entender que lo que le pasa a esa persona es doloroso, mas allá de lo que nosotros pensemos de la situación. Y hablar claramente: preguntar si esta pensando en matarse. No minimizar su dolor, ni caer en el mito de “lo esta diciendo, así que no lo va a hacer”.
La entrevista llega a su fin y Mara vuelve a su rutina, de madre, de mujer, de voluntaria…su mente está llena de recuerdos, de otras historias, lista para recibir ese nuevo llamado y escuchar, escuchar, escuchar.


*El nombre de la entrevistada fue cambiado en función de preservar su anonimato

Recuadro:  Ayudar a quienes nos ayudan

El Centro de Asistencia al Suicida recibe anualmente 11.000 llamadas, de las cuales 60% corresponden a mujeres y el 40% a hombres, entre los 35 y 45 años para cada sexo. Según sus registros el 74% no pone en riesgo su vida, mientras que el 26% restante se enfrenta a un riesgo grave.

La institución, fundada en 1967 y pionera en el uso del sistema telefónico, subsiste gracias al aporte monetario de sus propios voluntarios, por lo que resulta vital el apoyo de todos.

Fuente de Información: Centro de Asistencia al Suicida - CAS Buenos Aires