jueves, 22 de marzo de 2012

Suicidio: El Sentido Absurdo


El suicidio es una cuestión fundamentalmente humana que acompaña al hombre desde siempre como una de sus decisiones más dramáticas. Enraizado en la posibilidad de elección que le otorga su libertad, paradojalmente el acto suicida es la única decisión, que como intento de escapar de su condición de persona limitada y, en el deseo de huir de sus conflictos que siente insoportables, termina aniquilándolo.

El suicidio es el final de un proceso que termina con el intento y la repetición hasta lograrlo, del acto más omnipotente que un hombre pueda actuar en su vida.

Es así que cuando el hombre intenta un acto absoluto éste que nunca será posible para él, le muestra su finitud acercándole la muerte tantas veces como lo intente hasta terminar con su existencia.

Una de las categorías fundamentales de la persona es la dignidad, concepto opuesto a utilitario, es un valor que le corresponde a la persona por el hecho de serlo. La dignidad tiene que ver con los valores que una persona sea capaz de realizar o que ya ha realizado, es decir, que los patentice en la vida, en la realidad, al vivir su vida destacándolos. Los valores, como el sentido, no son una especulación racional que se pueden construir como se construyen muchas teorías en el pensamiento de algunos .Los valores, al igual que el sentido, se viven, se hacen real en las conductas concretas de los vivientes constituyendo así la orientación de su vida.

De este modo, esos valores no se pueden perder más pues ya están insertos en el mundo, vividos por quien los destacó, los realizó y así dignificó su vida. Esa dignidad es la que exige respeto por ella, esto es, por ser portadora de los valores que realizó. Los valores están ahí, representados por la historia que es la vida vivida de una persona.

La vida tampoco es una yuxtaposición de partes o una suma de sucesos, sino un todo que está presente en cada punto del transcurso. Este camino será transitado con distintas actitudes según la persona de quien se trate, la historia de donde proceda y la que va escribiendo ella misma.

Muchos trastornos y desórdenes mentales actuales proceden del "sinsentido" en el que se desenvuelve la vida de numerosos individuos.

El hombre es un buscador de sentido, encontrar el sentido de la vida no es una opción, es responder a la pregunta dónde y para qué estoy aquí. Es contestar quién soy entre los otros, cuál es mi misión y por qué y para qué la debo realizar.

Y a veces el sentido se oculta, se pierde, los valores se desconocen y la equivocación, el sufrimiento y la presencia del límite aparecen con los nombres de soledad, sufrimiento, incomunicación, error, mentira equivocación. El sentido equivoca su objetivo y se esconde, parece desaparecer, la voluntad de sentido queda casi vacía de contenidos, parecería que los "comos", son demasiado pesados para que el "para que" pueda soportarlos.

"La pregunta por el sentido de la vida es expresión de madurez mental" dice Frankl La pregunta y la respuesta a esta búsqueda no nos invade un día sorpresivamente. Se nos anticipa  tempranamente cada vez que desde chicos nos maravillamos por lo que descubrimos o nos conmovemos por un dolor que suponemos injusto o cuando nos encontramos o perdemos nuestros amores. Allí están la pregunta y la respuesta, cada vez provocándonos un poco más, incentivando esa búsqueda  de sentido inscripta en nosotros como voluntad, y frente a la cual nuestra vida responde como testimonio vivo.

Y cuando las preguntas nos agobian y las respuestas no alcanzan el, hombre se duele.

Las respuestas a esta demanda de la vida somos nosotros, con nuestras conductas que muchas veces son equívocas o infantiles. Es como si estuviéramos identificados con nuestros errores y nuestras carencias. Como si nos hubiéramos convertido en eso: de pronto, somos " lo que nos falta".

Pero el error no invalida el deseo de verdad, todo lo contrario nos impulsa a una nueva búsqueda. Como el sufrimiento, está ahí para orientar el camino, hay que seguir preguntando y contestando. Siempre en la línea del sentido. Si éste no estuviera el sufrimiento sería insoportable, pero  justamente tamaño dolor nos invita a encontrar el sentido que lo justifique. El suicida ha perdido de vista  el sentido y se queda con el dolor, que es lo  que el suicida quiere matar sin darse cuenta que él se ha convertido  en eso mismo.

La persona está dolida porque su sufrimiento parece no tener respuesta. Al mismo tiempo que siente que nadie puede explicarle "¿Por qué?". El sentimiento de soledad aumenta el dolor hasta lo insoportable, el suicida deja entonces de buscar y comienza a huir.

El sinsentido no busca algo, no busca encontrarse con alguna verdad en el mundo, sino anularla, terminar con ella. El sinsentido, aunque sin entidad propia es el sentimiento más peligroso  con el que pueda toparse alguien, y digo "toparse" porque no es armónicamente, lentamente que uno se encuentra con el "sinsentido", sino "de golpe", abruptamente. Antes había dolores, molestias, conflictos, la vida estaba presente. Ahora la persona se siente toda ella sin raíces, flotando no sabe hacia dónde, pero con una sensación terrible: "nada ni nadie está conmigo", "mi vida y la vida misma no tienen sentido" y "los que están no me comprenderán". En suma, no hay respuestas, es la desesperación, el abismo.

Una de las consecuencias que se asientan en el ánimo de las personas que comienzan a recorrer la línea del suicidio, es el aburrimiento, la "noia", la asepcia del mundo, la distancia empática con lo que lo rodea. Tristeza y abulia son las marcas de la renuncia a la vida. El suicida se siente como "matando el tiempo", su tiempo, defiende su vida matándola para que no sufra, como queriendo no estar en ese tiempo, no aparecer, en suma: no existir.

El sinsentido ocupa el lugar de la voluntad cuando esta decrece porque está herida por la frustración, el maltrato, la ignorancia, en fin por todo aquello que haya violentado ese natural deseo que tenemos los humanos de ser y de ser más.

Que paradójico! una vez más, que violencia derive de "fuerza", "poder". Es que la violencia es dañina porque es una oportunidad distorsionada. Esa fuerza es dañina por estar mal orientada. Destinada a las acciones más creativas del hombre, se orienta destructivamente para entorpecerlo y anularlo hasta terminar con él de muchas maneras: a veces le desconoce su valor y lo hiere y otras lo colma, lo sacia materialmente hasta ahogar su espíritu convirtiéndolo en un animal doméstico, autosatisfecho y alejado de la voluntad plenificante que significa existir.

Entonces cerca de su propia indigencia comienza a sentir la lejanía de las cosas, de las personas y de los motivos. Siente el vértigo del abismo eternamente helado de la nada. Es ahí, donde supongo yo que llega el suicida, a ese lugar donde todo y todos están ausentes para él, porque no percibe nada ni nadie que le dé una respuesta, que lo calme o justifique su existencia.

Mientras vive el hombre debe sujetarse a las leyes de lo temporal y de lo permanente, la muerte pensada enfrenta al hombre con este conflicto. Quisiera ser eterno y al mismo tiempo no ser más, eternizarse en otra situación, mejor, menos dolorosa, y no volver a sentir nunca más lo que ahora le aflige. Vivir otro tiempo, el de no estar aquí. En realidad el suicida no desea morir, sino  escapar a su conciencia, no estar en ella que es la que sabe su dolor. Este es el secreto de la existencia: la vida del hombre se caracteriza por buscar algo duradero, permanente a pesar de todos los cambios y transiciones de su vida finita, esto es la búsqueda del sentido de la existencia humana.

Pero a pesar de que depende de las leyes del espacio y del tiempo por su realidad física, puede superar esta dependencia trascendiéndola a través de la voluntad de sentido que lo impulsa metafísicamente a otra dimensión, la dimensión del sentido donde las leyes son absolutamente personales, profundas y rigen y colman de un modo propio a aquél que lo descubrió. Paradojalmente, el hombre puede trascender a la muerte en la dimensión del espacio, pero únicamente con la condición de que llegue a ella por la dimensión del sentido.

Esta no es la situación del suicida. Promovido por su sufrimiento, o crece en él o la herida puede ser tal que ilusoriamente crea que hay otro lugar donde va a estar mejor que en éste y con las mismas circunstancias. No es esperanza lo que lo lleva a decidir su muerte. Si bien su pensamiento es teleológico, es decir tiene una orientación, una finalidad, su situación de libertad restringida, lo engaña. Esa esperanza no se cumplirá nunca, es una ilusión y como toda ilusión es engañosa. Decide desde su  condición de persona en crisis, toda ella está tomada por la angustia que le presenta el vacío que siente delante de sí. No es un problema o una suma de conflictos a los que se enfrenta, con ellos se convive, está en crisis y las crisis no se soportan demasiado tiempo. Su existencia está cuestionada, y entonces decide una muerte indigna.

La dignidad es algo propio de la naturaleza humana, desde siempre, no se la alcanza ni se la adquiere. Es dada, es encomendada en las palabras de Frankl. No estamos arrojados en el mundo, fuimos puestos en el mundo y nos va la vida respondiendo a este don.

Cualquier error humano se puede comprender aceptando los límites propios de su naturaleza, pero cuando su decisión adopta la característica de absoluto, cuando quiere disponer de la vida que no se dio a si mismo, cuando el sinsentido se ha hecho patente, la absurda existencia se le vuelve insoportable y por su propia intensión omnipotente se aniquila. Decide y actúa su muerte con una elección equivocada, se concentra allí la paradoja más terrible que pueda soportar un hombre: un sentido absurdo que no afirma nada en su existencia sino que lo niega todo, hasta su propia vida.

Cierto es que el hombre contemporáneo afirmado y apoyado en una concepción racionalista de la vida vive cuantitativamente en un mundo, cada vez más desinteriorizado y que pierde cada vez más todo aquello que es esencial a la condición humana. De tal manera que hoy como nunca es  mucho más difícil encontrar sostenes cuando la vida está en riesgo porque el sentido decrece.

Creo, sin embargo, que esta misma situación, es a la que, urgentemente, debemos responder: El sentido de la vida o la muerte sin sentido.

No me parece una coincidencia demasiado extraña, que el suicidio esté en aumento en todo el mundo al mismo tiempo que las noticias que nos llegan desde muy lejos y aún de nuestro enderredor, aparezcan cada vez más carentes de sentido.

Lic. Carlos Boronat
Centro Asistencia al Suicida - Buenos Aires - Argentina

Perfil del Hombre Violento


Escrito por Beatriz Sarrión Soro
Uno de los retos en la investigación de las relaciones de violencia en la pareja ha sido la identificación de las características de los hombres que la ejercen y de los contextos en que se produce con el objetivo de minimizar el riesgo y de poder mejorar las opciones de intervención (Dixon y Browne, 2003, citado en Boira y Jodrá, 2010).
La violencia familiar no es un problema psicológico. La violencia doméstica es un problema que supera lo psicológico para enmarcarse en la esfera más amplia de lo social. Por ello, los tratamientos psicológicos no deben ofrecerse como solución al problema de la violencia doméstica sino como un componente más de un abordaje que ha de ser multidisciplinar y que debe implicar una respuesta comunitaria coordinada. Sin embargo, existen algunas razones que llevan a incluir la atención psicológica del hombre maltratador dentro de un enfoque integral del maltrato doméstico:
1) Un amplio grupo de mujeres –aproximadamente el 30% de las víctimas tratadas y el 50% del total– que continúan conviviendo con sus parejas. En estos casos la terapia recibida por la víctima es necesaria, pero resulta insuficiente si no se actúa simultáneamente sobre el agresor.
2) En aquellos casos en los que se produce la separación, existe el riesgo de que el hombre pueda reincidir en el futuro con otra mujer.
3) Por otro lado, se ha observado que el enfoque judicial del maltratador suele ser insuficiente, y los resultados de los estudios indican una reducción en el uso directo de la violencia física en aquellos hombres que participan en los programas de tratamiento para maltratadores (Gerlock, 1997, citado en Espantoso, 2004).
Estas y otras razones han llevado a que cada vez más se desarrollen programas y estrategias de intervención psicosocial para hombres que ejercen maltrato sobre sus parejas. Los programas de tratamiento para maltratadores comienzan a desarrollarse a mediados de los años 70, y desde entonces han ido evolucionando en función de los distintos modelos explicativos en los que se han ido sustentando.
  • Primeras explicaciones. Se produjo una asociación entre el comportamiento violento del hombre y la psicopatología (trastornos de la personalidad, consumo de drogas, celos).
  • Perspectiva de género. Estos autores consideran que determinados factores culturales y la desigualdad de género son los responsables del comportamiento violento. Se sostiene que la violencia conyugal es una de las formas que adopta la dominación del hombre sobre la mujer, en el marco de una sociedad patriarcal. La agresión a las mujeres, por lo tanto, es una forma de violencia “normal”; los que la cometen no son enfermos mentales sino personas que creen que ejercer el patriarcado es su derecho, que el matrimonio les confiere la facultad irrestricta de controlar a sus esposas y que el castigo físico es un medio aceptable de establecer ese control.
  • Teorías psicológicas. Estas teorías afirman que la conducta violenta del hombre dentro de su hogar es aprendida, y que está en relación con las experiencias vividas durante su infancia (Corsi, 1995, citado en Espantoso, 2004). En concreto, la observación reiterada por parte de los hijos de la violencia ejercida por el hombre a la mujer tiende a perpetuar esta conducta en las parejas de la siguiente generación. Los niños aprenden que la violencia es un recurso eficaz y aceptable para hacer frente a las frustraciones del hogar. Y las niñas, a su vez, aprenden que ellas deben aceptarla y convivir con ella (Echeburúa y Corral, 1998, citado en Espantoso, 2004).
PERFIL DEL HOMBRE VIOLENTO
A pesar de la imposibilidad de definir un “perfil del hombre violento”, las investigaciones sí sugieren una serie de aspectos que con frecuencia aparecen asociados a estas conductas y que caracterizan al agresor (Corsi, 1995; Dutton y Golant, 1997; Echeburúa y Corral, 1998; Jacobson y Gottman, 2001; Lopo y Torrado, 2003; citados en Espantoso, 2004):
  • Haber vivido la violencia en la familia de origen;
  • Dificultad para reconocer y expresar los propios sentimientos y los de los demás;
  • La agresión cumple la finalidad de controlar, intimidar y someter a la pareja mediante el uso o la amenaza de la agresión física: sirve al agresor para obtener el poder de control sobre la relación.
  • Suelen minimizar o negar las agresiones, o tienen un recuerdo distorsionado de su conducta;
  • Justifican su violencia en base al comportamiento de su pareja, a la que responsabilizan de la agresión que ellos cometen;
  • Creen en la violencia como una forma aceptable de solucionar los conflictos interpersonales;
  • Actitudes sexistas y creencias estereotipadas en relación con la mujer;
  • Aislamiento social y emocional;
  • Déficit en habilidades de comunicación;
  • Carecer de estrategias adecuadas de solución de problemas.
CARACTERÍSTICAS ESPECÍFICAS DE LA INTERVENCIÓN
Objetivos:
  • Conseguir que los agresores acepten la responsabilidad de su violencia sin que nieguen o minimicen su conducta y, por supuesto, sin culpar a sus parejas.
  • Finalización de la violencia lo antes posible.
  • Revisión de conductas y roles según los estereotipos de género.
  • Revisión de las racionalizaciones que contribuyen a justificar la violencia.
  • Adquisición de habilidades que hagan innecesario el uso de la violencia.
  • Revisión de los aspectos de la historia personal.
  • Disminución del aislamiento social.
  • Abordar el problema de los celos.
  • Restitución de una consideración positiva mutua.
Evaluación: Resulta prioritario evaluar el grado de peligrosidad actual del paciente y el nivel de motivación para el cambio en las primeras fases de tratamiento (Corsi, 1995, citado en Espantoso, 2004).
Características de los programas:
Generalmente, se trata de grupos de duración limitada a un cierto número de reuniones, con tareas programadas que adoptan un formato psicoeducativo. Este formato, permite que los agresores se encuentren unos con otros y puedan contemplar su tendencia a minimizar, negar o distorsionar los abusos que cometen.
Referencias bibliográficas:
Boira, S. y Jodrá, P. (2010). Psicopatología, características de la violencia y abandonos en programas para hombres violentos con la pareja: resultados en un dispositivo de intervención.Psicothema, 22(4), 593-599. Obtenido el 1 de diciembre de 2010, dehttp://www.psicothema.com/pdf/3772.pdf
Espantoso, R. (2004). ¿Qué se puede hacer con los agresores de mujeres? Cuadernos de Psiquiatría Comunitaria, 4(1), 75-86. Obtenido el 1 de diciembre de 2010, dehttp://www.aen.es/web/docs/Cuadernos4.1.pdf

Transmisión Generacional de la Violencia



Escrito por Beatriz Sarrión Soro

La violencia contra las mujeres o violencia de género está recibiendo una mayor atención social e institucional en nuestro país culminando con la Ley Orgánica 1/2004, de 28 de diciembre, de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género. La exposición a la violencia de género en el ámbito doméstico se ha demostrado que es también causante de efectos negativos para los hijos e hijas de las mujeres víctimas, cualquiera que sea la edad de los menores, quienes pueden sufrir la violencia de forma directa, en forma de malos tratos físicos o emocionales, o de forma indirecta, siendo testigos de los actos violentos que padecen sus madres.
Los menores son también víctimas del maltrato a sus madres, y de que la violencia contra la mujer suele ir acompañada de violencia contra los menores, perpetuándose así un ciclo de comportamientos destructivos y modelos de conductas negativas en el niño que crece en presencia de esos episodios.
Los datos de los estudios, en su conjunto, indican que los niños que viven en hogares con agresiones a la pareja, tienen entre tres y nueve veces más posibilidades de ser maltratados físicamente por sus padres. Corbalán y Patró en un estudio realizado sobre una muestra de mujeres maltratadas residentes en centros de acogida, concluyeron que el 85% de los hijos fueron testigos de la violencia ejercida sobre sus madres, y en un 66,6% de los casos también ellos fueron maltratados, mayoritariamente de manera física y psicológica. El estudio realizado por UNICEF y Body Shop titulado ‘Tras las puertas cerradas” revela que en España hay cerca de 188.000 menores expuestos a esta violencia en sus casas, datos que pueden extrapolarse a 275 millones de niños en el mundo, que cada año son testigos de actos violentos en su familia.
Las repercusiones psicológicas van a depender de varios factores:
  • Las características personales de la víctima (edad, desarrollo, vulnerabilidad).
  • Las circunstancias del maltrato (cronicidad, tipología, gravedad, severidad).
  • La protección que ejerza la figura materna y el entorno familiar sobre el/la menor.
Consecuencias en las diferentes etapas evolutivas:
EMBARAZO:
  • Parto prematuro, bajo peso al nacer o mortalidad perinatal.
PRIMERA INFANCIA Y EDAD PREESCOLAR:
  • Falta o desorganización en el apego.
  • Trastornos de relación con sus iguales.
  • Retraimiento.
  • Retraso cognitivo.
  • Ansiedad.
  • Actitudes de negación y regresión.
  • Tristeza y aislamiento.
INFANCIA MEDIA (6- 11 años):
  • Problemas en el desarrollo socio-emocional.
  • Sintomatología de ansiedad, depresión y cognición (fantasías).
  • Aislamiento en el entorno escolar y social.
  • Violencia y comportamiento antisocial.
ADOLESCENCIA:
  • Fuerte sentimiento de desamparo.
  • Actitudes de responsabilidad excesiva en el hogar (papel protector).
  • Niveles bajos de autoestima.
  • Problemas académicos.
  • Embotamiento emocional, frialdad e indiferencia.
Transmisión Transgeneracional de la Violencia
Entre los efectos a largo plazo, que se asocian a la exposición de menores a la violencia, y que son fuente de preocupación, no solo por el bienestar y desarrollo de las propias víctimas, sino por la repercusión social que tienen, se encuentra el aprendizaje que hacen los menores de las conductas violentas dentro de su hogar.
Una revisión de las investigaciones de la Academia de la Ciencia de los Estados Unidos, afirma que “la tercera parte de los niños que sufrieron abusos o se vieron expuestos a la violencia paterna, se convierten en adultos violentos”. Efectivamente, los/as menores aprenden a definirse, a entender el mundo, y a relacionarse con él, a partir de lo que observan en su entorno más próximo, y en este sentido, la familia es el agente socializador más importante. Los niños que crecen en hogares violentos aprenden e interiorizan una serie de creencias y valores negativos entre los que se encuentran los estereotipos de género, desigualdades entre hombre/mujer, las relaciones con los demás, así como sobre la legitimidad del uso de la violencia como medio de resolver conflictos, que sientan las bases de comportamientos maltratantes futuros en las relaciones de pareja.
Fuente:
Sepúlveda García de la Torre, A. (2006). La violencia de género como causa de maltrato infantil. Cuadernos de Medicina Forense, 12(43-44), 149-164. Obtenido el 5 de mayo de 2011, de http://scielo.isciii.es/pdf/cmf/n43-44/11.pdf



Mitos sobre el suicidio en el Trastorno Bipolar


Escrito por Beatriz Sarrión Soro

En la prevención del suicidio hay que tener en cuenta los mitos relacionados y las ideas erróneas sobre el tema y que pueden entorpecer la prevención del mismo.

1. Mito: Los que hablan sobre suicidio no lo llevan a cabo.
Hechos: De cada 10 personas que se suicidan, 8 habían advertido de forma clara sus intenciones suicidas. Los intentos de suicidio siempre deben tomarse en serio. No hacerles caso y verlos como un acto para llamar la atención puede tener consecuencias devastadoras. La verdad es que las personas que hablan de suicidarse están hablando en serio, y pueden estar dando pistas o señales oportunas de sus intenciones.

2. Mito: El suicidio se produce sin previo aviso.
Hechos: Los estudios realizados muestran que las personas suicidas proporcionan muchos indicios y advertencias sobre sus intenciones suicidas. El suicidio puede ser prevenido, pues casi nunca es impulsivo. Aunque hay un porcentaje de intentos impulsivos, suelen ser no letales. La mayoría de los suicidios son planificados. En ocasiones hay indicadores indirectos (p.ej. modificar sin un motivo claro el testamento).

3. Mito: Las personas suicidas con Trastorno Bipolar (TB) están decididas a morir.
Hechos: La mayoría están indecisas entre vivir o morir. Las personas con TB se suelen sentir desesperadas, como si ningún aspecto de su vida pudiera llegar a mejorar. Algunas personas desean morir. Pero, la mayoría de las personas con TB desean liberarse de las circunstancias intolerables de su vida y del dolor emocional, mental y físico que acompaña a la depresión. La verdad es que las personas que consideran el suicidio, a menudo, tienen una visión en túnel: en medio de su dolor se encuentran cegados para ver alternativas posibles.

4. Mito: Una vez que una persona está en estado suicida, lo estará siempre.
Hechos: Las personas que desean quitarse la vida están en estado suicida sólo por un tiempo. Los impulsos suicidas están relacionados con la sintomatología del TB, cuando se controla el episodio, los pensamientos suicidas disminuyen y el estado de ánimo mejora.

5. Mito: La mejoría después de la crisis suicida viene a significar que el riesgo de suicidio se ha superado.
Hechos: Son muchos los suicidios cometidos al cabo de 3 meses de comenzada la mejoría, cuando la persona tiene la suficiente energía como para poner sus ideas en práctica. Uno de los factores de riesgo que existen es que el paciente haya estado hospitalizado recientemente. Las personas que ya lo han intentado están a menudo en un riesgo mayor de terminar lograrlo. Un intento de suicidio es un grito pidiendo ayuda y un aviso de que algo anda mal. Hasta un mes después de un intento de suicidio el riesgo de repetición es elevado, en torno al 40%.

6. Mito: El motivo del suicidio se puede establecer fácilmente.
Hechos: La verdad es que es muy difícil entender por qué una persona decide suicidarse. Los sentimientos, los pensamientos y las conductas que constituyen la desesperación que conducen al suicidio aún no se comprenden bien. Las razones que llevan a un individuo al suicidio pueden ser diversas: intento de escapar de una situación dolorosa, duelo, autorechazo de sí mismo, sensación de falta de opciones, etc.

7. Mito: Todos los enfermos de TB que comenten suicidio están deprimidos.
Hechos: La mortalidad entre los pacientes de Trastorno Bipolar, es alrededor de 3 veces mayor que la de la población general. En contra de lo que se piensa, el enfermo de Trastorno Bipolar no sólo corre el riesgo de suicidarse durante la fase depresiva, puesto que alrededor de la cuarta parte de los suicidios tienen lugar durante un episodio mixto o maníaco. Los suicidios en los Trastornos Bipolares ocurren con mayor frecuencia al comienzo de la enfermedad, y son mucho menos probables, cuando el sujeto lleva ya unos años de evolución. Es importante recordar que algunas personas con TB se matan por accidente o por un impulso durante un episodio maníaco.

8. Mito: El suicidio es influido por las estaciones del año, la latitud y las condiciones climatológicas en general o los días de la semana.
Hecho: No hay datos suficientes para sostener estas creencias.

9. Mito: Pensar en el suicidio es algo más bien raro.
Hecho: Estimaciones hechas sobre estudios realizados con muestras no clínicas, sugieren que la idea del suicidio está presente desde un 40% hasta un 80% de la población. Esto significa que han pensado al menos una vez en la vida en la idea del suicidio.
Los pensamientos y sentimientos suicidas son una parte del TB, una parte conectada con sus mecanismos biológicos y genéticos. Sabemos que los niveles de serotonina son más bajos en el cerebro de personas que cometen suicidio o que lo intentan. En otras palabras, los impulsos suicidas están relacionados con la neurofisiología del trastorno.

10. Mito: Preguntarle a una persona sobre sus ideas de suicidio, puede llevar a que la persona realice un intento, que no se hubiese dado si no se le hubiese preguntado.
Hecho: El hacer la pregunta es conceder un permiso a la persona para que hable sobre algo que puede considerar como un secreto inconfesable. De hecho, muchas personas se sienten más aliviadas al poder exponer sus ideas sobre el suicidio. Hablar del suicidio no induce a cometerlo. Siempre que se sospeche que pueda haber ideación autolítica, hay que inducir a la persona a que lo exprese. La persona suele sentir alivio al sentirse entendida y aceptada.
Quienes escuchan al deprimido hablar sobre las ideas de muerte tratan, en ocasiones, de eludir el tema en la creencia de que tratar las ideas de suicidio pueden provocarlo. En realidad, hablar abiertamente del tema puede representar un alivio para el paciente y una oportunidad, para quienes tratan de ayudar, de conocer el grado de fuerza que tienen tales ideas y la ocasión de clarificar objetivamente la situación