jueves, 22 de marzo de 2012

Suicidio: El Sentido Absurdo


El suicidio es una cuestión fundamentalmente humana que acompaña al hombre desde siempre como una de sus decisiones más dramáticas. Enraizado en la posibilidad de elección que le otorga su libertad, paradojalmente el acto suicida es la única decisión, que como intento de escapar de su condición de persona limitada y, en el deseo de huir de sus conflictos que siente insoportables, termina aniquilándolo.

El suicidio es el final de un proceso que termina con el intento y la repetición hasta lograrlo, del acto más omnipotente que un hombre pueda actuar en su vida.

Es así que cuando el hombre intenta un acto absoluto éste que nunca será posible para él, le muestra su finitud acercándole la muerte tantas veces como lo intente hasta terminar con su existencia.

Una de las categorías fundamentales de la persona es la dignidad, concepto opuesto a utilitario, es un valor que le corresponde a la persona por el hecho de serlo. La dignidad tiene que ver con los valores que una persona sea capaz de realizar o que ya ha realizado, es decir, que los patentice en la vida, en la realidad, al vivir su vida destacándolos. Los valores, como el sentido, no son una especulación racional que se pueden construir como se construyen muchas teorías en el pensamiento de algunos .Los valores, al igual que el sentido, se viven, se hacen real en las conductas concretas de los vivientes constituyendo así la orientación de su vida.

De este modo, esos valores no se pueden perder más pues ya están insertos en el mundo, vividos por quien los destacó, los realizó y así dignificó su vida. Esa dignidad es la que exige respeto por ella, esto es, por ser portadora de los valores que realizó. Los valores están ahí, representados por la historia que es la vida vivida de una persona.

La vida tampoco es una yuxtaposición de partes o una suma de sucesos, sino un todo que está presente en cada punto del transcurso. Este camino será transitado con distintas actitudes según la persona de quien se trate, la historia de donde proceda y la que va escribiendo ella misma.

Muchos trastornos y desórdenes mentales actuales proceden del "sinsentido" en el que se desenvuelve la vida de numerosos individuos.

El hombre es un buscador de sentido, encontrar el sentido de la vida no es una opción, es responder a la pregunta dónde y para qué estoy aquí. Es contestar quién soy entre los otros, cuál es mi misión y por qué y para qué la debo realizar.

Y a veces el sentido se oculta, se pierde, los valores se desconocen y la equivocación, el sufrimiento y la presencia del límite aparecen con los nombres de soledad, sufrimiento, incomunicación, error, mentira equivocación. El sentido equivoca su objetivo y se esconde, parece desaparecer, la voluntad de sentido queda casi vacía de contenidos, parecería que los "comos", son demasiado pesados para que el "para que" pueda soportarlos.

"La pregunta por el sentido de la vida es expresión de madurez mental" dice Frankl La pregunta y la respuesta a esta búsqueda no nos invade un día sorpresivamente. Se nos anticipa  tempranamente cada vez que desde chicos nos maravillamos por lo que descubrimos o nos conmovemos por un dolor que suponemos injusto o cuando nos encontramos o perdemos nuestros amores. Allí están la pregunta y la respuesta, cada vez provocándonos un poco más, incentivando esa búsqueda  de sentido inscripta en nosotros como voluntad, y frente a la cual nuestra vida responde como testimonio vivo.

Y cuando las preguntas nos agobian y las respuestas no alcanzan el, hombre se duele.

Las respuestas a esta demanda de la vida somos nosotros, con nuestras conductas que muchas veces son equívocas o infantiles. Es como si estuviéramos identificados con nuestros errores y nuestras carencias. Como si nos hubiéramos convertido en eso: de pronto, somos " lo que nos falta".

Pero el error no invalida el deseo de verdad, todo lo contrario nos impulsa a una nueva búsqueda. Como el sufrimiento, está ahí para orientar el camino, hay que seguir preguntando y contestando. Siempre en la línea del sentido. Si éste no estuviera el sufrimiento sería insoportable, pero  justamente tamaño dolor nos invita a encontrar el sentido que lo justifique. El suicida ha perdido de vista  el sentido y se queda con el dolor, que es lo  que el suicida quiere matar sin darse cuenta que él se ha convertido  en eso mismo.

La persona está dolida porque su sufrimiento parece no tener respuesta. Al mismo tiempo que siente que nadie puede explicarle "¿Por qué?". El sentimiento de soledad aumenta el dolor hasta lo insoportable, el suicida deja entonces de buscar y comienza a huir.

El sinsentido no busca algo, no busca encontrarse con alguna verdad en el mundo, sino anularla, terminar con ella. El sinsentido, aunque sin entidad propia es el sentimiento más peligroso  con el que pueda toparse alguien, y digo "toparse" porque no es armónicamente, lentamente que uno se encuentra con el "sinsentido", sino "de golpe", abruptamente. Antes había dolores, molestias, conflictos, la vida estaba presente. Ahora la persona se siente toda ella sin raíces, flotando no sabe hacia dónde, pero con una sensación terrible: "nada ni nadie está conmigo", "mi vida y la vida misma no tienen sentido" y "los que están no me comprenderán". En suma, no hay respuestas, es la desesperación, el abismo.

Una de las consecuencias que se asientan en el ánimo de las personas que comienzan a recorrer la línea del suicidio, es el aburrimiento, la "noia", la asepcia del mundo, la distancia empática con lo que lo rodea. Tristeza y abulia son las marcas de la renuncia a la vida. El suicida se siente como "matando el tiempo", su tiempo, defiende su vida matándola para que no sufra, como queriendo no estar en ese tiempo, no aparecer, en suma: no existir.

El sinsentido ocupa el lugar de la voluntad cuando esta decrece porque está herida por la frustración, el maltrato, la ignorancia, en fin por todo aquello que haya violentado ese natural deseo que tenemos los humanos de ser y de ser más.

Que paradójico! una vez más, que violencia derive de "fuerza", "poder". Es que la violencia es dañina porque es una oportunidad distorsionada. Esa fuerza es dañina por estar mal orientada. Destinada a las acciones más creativas del hombre, se orienta destructivamente para entorpecerlo y anularlo hasta terminar con él de muchas maneras: a veces le desconoce su valor y lo hiere y otras lo colma, lo sacia materialmente hasta ahogar su espíritu convirtiéndolo en un animal doméstico, autosatisfecho y alejado de la voluntad plenificante que significa existir.

Entonces cerca de su propia indigencia comienza a sentir la lejanía de las cosas, de las personas y de los motivos. Siente el vértigo del abismo eternamente helado de la nada. Es ahí, donde supongo yo que llega el suicida, a ese lugar donde todo y todos están ausentes para él, porque no percibe nada ni nadie que le dé una respuesta, que lo calme o justifique su existencia.

Mientras vive el hombre debe sujetarse a las leyes de lo temporal y de lo permanente, la muerte pensada enfrenta al hombre con este conflicto. Quisiera ser eterno y al mismo tiempo no ser más, eternizarse en otra situación, mejor, menos dolorosa, y no volver a sentir nunca más lo que ahora le aflige. Vivir otro tiempo, el de no estar aquí. En realidad el suicida no desea morir, sino  escapar a su conciencia, no estar en ella que es la que sabe su dolor. Este es el secreto de la existencia: la vida del hombre se caracteriza por buscar algo duradero, permanente a pesar de todos los cambios y transiciones de su vida finita, esto es la búsqueda del sentido de la existencia humana.

Pero a pesar de que depende de las leyes del espacio y del tiempo por su realidad física, puede superar esta dependencia trascendiéndola a través de la voluntad de sentido que lo impulsa metafísicamente a otra dimensión, la dimensión del sentido donde las leyes son absolutamente personales, profundas y rigen y colman de un modo propio a aquél que lo descubrió. Paradojalmente, el hombre puede trascender a la muerte en la dimensión del espacio, pero únicamente con la condición de que llegue a ella por la dimensión del sentido.

Esta no es la situación del suicida. Promovido por su sufrimiento, o crece en él o la herida puede ser tal que ilusoriamente crea que hay otro lugar donde va a estar mejor que en éste y con las mismas circunstancias. No es esperanza lo que lo lleva a decidir su muerte. Si bien su pensamiento es teleológico, es decir tiene una orientación, una finalidad, su situación de libertad restringida, lo engaña. Esa esperanza no se cumplirá nunca, es una ilusión y como toda ilusión es engañosa. Decide desde su  condición de persona en crisis, toda ella está tomada por la angustia que le presenta el vacío que siente delante de sí. No es un problema o una suma de conflictos a los que se enfrenta, con ellos se convive, está en crisis y las crisis no se soportan demasiado tiempo. Su existencia está cuestionada, y entonces decide una muerte indigna.

La dignidad es algo propio de la naturaleza humana, desde siempre, no se la alcanza ni se la adquiere. Es dada, es encomendada en las palabras de Frankl. No estamos arrojados en el mundo, fuimos puestos en el mundo y nos va la vida respondiendo a este don.

Cualquier error humano se puede comprender aceptando los límites propios de su naturaleza, pero cuando su decisión adopta la característica de absoluto, cuando quiere disponer de la vida que no se dio a si mismo, cuando el sinsentido se ha hecho patente, la absurda existencia se le vuelve insoportable y por su propia intensión omnipotente se aniquila. Decide y actúa su muerte con una elección equivocada, se concentra allí la paradoja más terrible que pueda soportar un hombre: un sentido absurdo que no afirma nada en su existencia sino que lo niega todo, hasta su propia vida.

Cierto es que el hombre contemporáneo afirmado y apoyado en una concepción racionalista de la vida vive cuantitativamente en un mundo, cada vez más desinteriorizado y que pierde cada vez más todo aquello que es esencial a la condición humana. De tal manera que hoy como nunca es  mucho más difícil encontrar sostenes cuando la vida está en riesgo porque el sentido decrece.

Creo, sin embargo, que esta misma situación, es a la que, urgentemente, debemos responder: El sentido de la vida o la muerte sin sentido.

No me parece una coincidencia demasiado extraña, que el suicidio esté en aumento en todo el mundo al mismo tiempo que las noticias que nos llegan desde muy lejos y aún de nuestro enderredor, aparezcan cada vez más carentes de sentido.

Lic. Carlos Boronat
Centro Asistencia al Suicida - Buenos Aires - Argentina

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