martes, 1 de mayo de 2012

LA ASISTENCIA TELEFÓNICA: ENCUENTRO PERSONAL


A menudo se supone que la asistencia telefónica es un recurso menor, teñido de carencias e imposibilidades más que cargado de significaciones profundas y específicas, sobre todo en los casos que tienen que ver con crisis o intenciones suicidas.

En situaciones tan dramáticas como estas, todo el ser está en peligro de sucumbir a los deseos impensados que determina un dolor insoportable. Es entonces cuando el rescate solamente es posible con la presencia total y convocante de alguien que actúe en la línea del encuentro personal. De alguien que, orientado por la inmediatez del llamado, responda constituyéndose auténticamente en yo.

Y sólo así, en la afirmación del otro como persona, es posible el encuentro personal. Momento inefable en el que dos sujetos se confirman mutuamente, desde la solicitud uno y desde la asistencia el otro. Confirman así el significado más profundo de la existencia humana; el hombre nunca está solo.

A veces el otro se pierde de vista y entonces la vida se hace insoportable. La asistencia en este caso, es solamente posible desde el encuentro personal que resignifique el sentido perdido.

La soledad es la peor de todas las sensaciones, sentirse solo es no poseer algo que nos hace sentir completos como persona humana.

Compartir nuestra secreta soledad, aún en forma incompleta es suficiente como para hacernos sentir menos solos. Necesitamos de otro ser humano tanto como nos necesitamos a nosotros mismos.

El voluntario que atiende el llamado telefónico de alguien que está en un momento límite de su vida, tiene la oportunidad única de generar con él una relación de intimidad que le posibilite a esa persona comprender que alguien está interesado profundamente en él. En esos pocos minutos tenemos que mostrar nuestra vulnerabilidad personal para que el otro se entregue, abra su corazón y así nosotros poder sostenerlo.

En ese instante debemos “tomarlo”, de un modo tan especial que esta relación íntima le sirva a él para poder reiterarla en su vida cotidiana. Si se sintió querido y comprendido por el voluntario, puede hacer lo mismo en el afuera.

El hombre solo completa su realidad con los otros, sus experiencias más profundas son posibles únicamente con otras personas, el amor, la vergüenza, la solidaridad, la comunicación, la expresión, la angustia, etc. Solamente hay un sentimiento, el peor que se siente cuando los otros no están: la soledad.

En mayor y menor grado, el sentimiento de soledad es el que promueve el llamado telefónico solicitando ayuda. Sea el motivo que fuere el que promueve el llamado, impulsándolo siempre en todos los casos, esté la soledad o, lo que es peor, el sentimiento de estar solo. El mundo ya no importa, es la ausencia de los otros lo insoportable y la última búsqueda a veces parece que ya no es de soluciones o alternativas nuevas, sino de alguien que justifique la existencia del desesperado.

Es en estas circunstancias, lamentablemente cada vez más repetidas, que aparecen los servicios de ayuda telefónica: inmediatos, íntimos, dispuestos, profundos, intensos, acogedores…

El operador telefónico que atiende el llamado de alguien que esté en un momento límite de su vida sólo consigo mismo, encuentra allí la oportunidad única de generar con él una relación de intimidad. Es decir, la síntesis de una realidad que convoca al espíritu, a las emociones y al cuerpo. Se trata de una vivencia totalizadora que en ese momento conoce.

Si el operador logra generar esa relación, le posibilita a esa persona la comprensión de que alguien está profundamente interesado en él desde su propia disposición interior, pues no sabe quién es, ni lo sabía antes. Lo recibe desde una apertura disposicional donde el que llama puede acomodarse según sus necesidades y deseos de aliviar su realidad.

Y el rescate para que sea efectivo deberá ser personal, uno a uno, buscando afanosamente esa persona ahogada en el anonimato solitario.

Las instituciones que hoy nos reunimos aquí, no son las que responden a ese llamado, somos sus integrantes, cada uno de nosotros los que de un modo único, y con el sello de lo que somos, lo podemos hacer.

Las instituciones son las que proveen los medios y el marco necesario para que las personas que las conforman intenten ese salvataje en el que cada vez en mayor número, casi alarmante, muchos hombres, mujeres y ahora niños, deciden su muerte. La vida es imposible de ser vivida sin riesgo, no riesgosamente, pero sí jugada cada día en el compromiso de lo que hacemos.

Si quisiéramos caracterizar algunos momentos y disposiciones inevitables que suceden en la asistencia a personas en crisis, sin dejar de reconocer que cada situación es intransferible y única, podemos recordar las situaciones mínimas que deben darse en una llamada.

Momentos en la asistencia de personas en crisis:

Disponibilidad: la presencia del operador telefónico puesto íntegramente para la ayuda resulta sedante de por sí. Es el primer choque del que sufre con alguien que escucha, probablemente lo que antes nadie escuchó. Es importante que sea una presencia fuerte, total, ambivalente pero no invasora ni inhibitoria.

Ofrecimiento: Es necesario escuchar con actitud receptiva. Uno se ofrece como continente de un reservorio de motivos, sufrimientos, enojos, causas, disculpas, etc. A veces repetirá su triste historia que escucharemos sin juzgar. Aquí la escucha cumple una doble función: catártica y reordenadora. Los motivos que comunica el consultante siempre son válidos para sentir como siente, pero no así para realizar lo que piensa en su confusión dolida. Es conveniente no intervenir con alguna orientación hasta no conocer los motivos y los verdaderos recursos que la persona posea, y menos aún ilusionar con posibilidades que tal vez no tenga o no puedan darse.

Aceptación: es el intento de comprensión total de su situación y decisión, pues en las mismas circunstancias, nosotros hubiéramos decidido lo mismo. Esto no implica justificación ni complicidad sino la posibilidad de acercarnos al mismo lugar donde está situado él. Es ponerse cerca, junto a, implica un permiso para sufrir que posiblemente no encontró todavía y por eso su dolor se hace insoportable, por no compartido.

Reafirmación: Es la expresión y la verbalización concreta de que podrá cambiar su situación, que seguramente podrá empezar a hacer algo, que luego tendrá más logros y que la situación adecuada es una conquista que ayudaremos a esclarecer, que llevará tiempo pero vale la pena, que ya empezó.

Disponibilidad, ofrecimiento, aceptación y reafirmación, estas en realidad, son las notas del encuentro personal.

Para terminar deberíamos tener en cuenta que nadie resuelve sus conflictos motivado por sí mismo, todo lo contrario, probablemente éstos, los conflictos, han comenzado por haber perdido definitivamente de vista a los demás en algún momento. De ahí que la verdadera motivación para que una persona en crisis pueda intentar resolverla, siempre está fuera de ella, comienza con sus seres queridos, o su objetivo perdido, en sus creencias, en el que lo ayuda, pero siempre, es trascendente.

En nuestra institución se dicta el curso de capacitación al voluntario para lograr los objetivos arriba descriptos. Cada unidad del curso tiene un momento teórico y otro practico. Teniendo en cuenta que la práctica es imposible sin la comprensión teórica, es igualmente aquella la que tiene el mayor peso en la evaluación

Fuente de Información: Centro de Asistencia al Suicida - CAS Buenos Aires

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