A menudo se supone que la
asistencia telefónica es un recurso menor, teñido de carencias e
imposibilidades más que cargado de significaciones profundas y específicas,
sobre todo en los casos que tienen que ver con crisis o intenciones suicidas.
En situaciones tan dramáticas
como estas, todo el ser está en peligro de sucumbir a los deseos impensados que
determina un dolor insoportable. Es entonces cuando el rescate solamente es
posible con la presencia total y convocante de alguien que actúe en la línea
del encuentro personal. De alguien que, orientado por la inmediatez del
llamado, responda constituyéndose auténticamente en yo.
Y sólo así, en la afirmación del
otro como persona, es posible el encuentro personal. Momento inefable en el que
dos sujetos se confirman mutuamente, desde la solicitud uno y desde la
asistencia el otro. Confirman así el significado más profundo de la existencia
humana; el hombre nunca está solo.
A veces el otro se pierde de
vista y entonces la vida se hace insoportable. La asistencia en este caso, es
solamente posible desde el encuentro personal que resignifique el sentido
perdido.
La soledad es la peor de todas las sensaciones, sentirse
solo es no poseer algo que nos hace sentir completos como persona humana.
Compartir nuestra secreta
soledad, aún en forma incompleta es suficiente como para hacernos sentir menos
solos. Necesitamos de otro ser humano tanto como nos necesitamos a nosotros
mismos.
El voluntario que atiende el
llamado telefónico de alguien que está en un momento límite de su vida, tiene
la oportunidad única de generar con él una relación de intimidad que le
posibilite a esa persona comprender que alguien está interesado profundamente
en él. En esos pocos minutos tenemos que mostrar nuestra vulnerabilidad
personal para que el otro se entregue, abra su corazón y así nosotros poder
sostenerlo.
En ese instante debemos
“tomarlo”, de un modo tan especial que esta relación íntima le sirva a él para
poder reiterarla en su vida cotidiana. Si se sintió querido y comprendido por
el voluntario, puede hacer lo mismo en el afuera.
El hombre solo completa su
realidad con los otros, sus experiencias más profundas son posibles únicamente
con otras personas, el amor, la vergüenza, la solidaridad, la comunicación, la
expresión, la angustia, etc. Solamente hay un sentimiento, el peor que se
siente cuando los otros no están: la soledad.
En mayor y menor grado, el
sentimiento de soledad es el que promueve el llamado telefónico solicitando ayuda.
Sea el motivo que fuere el que promueve el llamado, impulsándolo siempre en
todos los casos, esté la soledad o, lo que es peor, el sentimiento de estar
solo. El mundo ya no importa, es la ausencia de los otros lo insoportable y la
última búsqueda a veces parece que ya no es de soluciones o alternativas
nuevas, sino de alguien que justifique la existencia del desesperado.
Es en estas circunstancias,
lamentablemente cada vez más repetidas, que aparecen los servicios de ayuda
telefónica: inmediatos, íntimos, dispuestos, profundos, intensos, acogedores…
El operador telefónico que
atiende el llamado de alguien que esté en un momento límite de su vida sólo
consigo mismo, encuentra allí la oportunidad única de generar con él una
relación de intimidad. Es decir, la síntesis de una realidad que convoca al
espíritu, a las emociones y al cuerpo. Se trata de una vivencia totalizadora
que en ese momento conoce.
Si el operador logra generar
esa relación, le posibilita a esa persona la comprensión de que alguien está
profundamente interesado en él desde su propia disposición interior, pues no
sabe quién es, ni lo sabía antes. Lo recibe desde una apertura disposicional
donde el que llama puede acomodarse según sus necesidades y deseos de aliviar
su realidad.
Y el rescate para que sea
efectivo deberá ser personal, uno a uno, buscando afanosamente esa persona
ahogada en el anonimato solitario.
Las instituciones que hoy nos
reunimos aquí, no son las que responden a ese llamado, somos sus integrantes,
cada uno de nosotros los que de un modo único, y con el sello de lo que somos,
lo podemos hacer.
Las instituciones son las que
proveen los medios y el marco necesario para que las personas que las conforman
intenten ese salvataje en el que cada vez en mayor número, casi alarmante,
muchos hombres, mujeres y ahora niños, deciden su muerte. La vida es imposible de
ser vivida sin riesgo, no riesgosamente, pero sí jugada cada día en el
compromiso de lo que hacemos.
Si
quisiéramos caracterizar algunos momentos y disposiciones inevitables que
suceden en la asistencia a personas en crisis, sin dejar de reconocer que cada
situación es intransferible y única, podemos recordar las situaciones mínimas que
deben darse en una llamada.
Momentos
en la asistencia de personas en crisis:
Disponibilidad: la
presencia del operador telefónico puesto íntegramente para la ayuda resulta
sedante de por sí. Es el primer choque del que sufre con alguien que escucha,
probablemente lo que antes nadie escuchó. Es importante que sea una presencia
fuerte, total, ambivalente pero no invasora ni inhibitoria.
Ofrecimiento: Es
necesario escuchar con actitud receptiva. Uno se ofrece como continente de un
reservorio de motivos, sufrimientos, enojos, causas, disculpas, etc. A veces
repetirá su triste historia que escucharemos sin juzgar. Aquí la escucha cumple
una doble función: catártica y reordenadora. Los motivos que comunica el
consultante siempre son válidos para sentir como siente, pero no así para
realizar lo que piensa en su confusión dolida. Es conveniente no intervenir con
alguna orientación hasta no conocer los motivos y los verdaderos recursos que
la persona posea, y menos aún ilusionar con posibilidades que tal vez no tenga
o no puedan darse.
Aceptación: es
el intento de comprensión total de su situación y decisión, pues en las mismas
circunstancias, nosotros hubiéramos decidido lo mismo. Esto no implica
justificación ni complicidad sino la posibilidad de acercarnos al mismo lugar
donde está situado él. Es ponerse cerca, junto a, implica un permiso para
sufrir que posiblemente no encontró todavía y por eso su dolor se hace
insoportable, por no compartido.
Reafirmación: Es
la expresión y la verbalización concreta de que podrá cambiar su situación, que
seguramente podrá empezar a hacer algo, que luego tendrá más logros y que la
situación adecuada es una conquista que ayudaremos a esclarecer, que llevará
tiempo pero vale la pena, que ya empezó.
Disponibilidad,
ofrecimiento, aceptación y reafirmación, estas en realidad, son las notas del encuentro
personal.
Para
terminar deberíamos tener en cuenta que nadie resuelve sus conflictos motivado
por sí mismo, todo lo contrario, probablemente éstos, los conflictos, han
comenzado por haber perdido definitivamente de vista a los demás en algún
momento. De ahí que la verdadera motivación para que una persona en crisis
pueda intentar resolverla, siempre está fuera de ella, comienza con sus seres
queridos, o su objetivo perdido, en sus creencias, en el que lo ayuda, pero
siempre, es trascendente.
En nuestra institución se dicta
el curso de capacitación al voluntario para lograr los objetivos arriba
descriptos. Cada unidad del curso tiene un momento teórico y otro practico.
Teniendo en cuenta que la práctica es imposible sin la comprensión teórica, es igualmente
aquella la que tiene el mayor peso en la evaluación
Fuente de Información: Centro de Asistencia al Suicida - CAS Buenos Aires
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